Cuando Marisa Juárez de Anubis, vino al Hotel Cala del Pi i me propuso participar en el proyecto Deliciosa Belleza, mi primera reacción fue la de sorpresa. Se trataba de un nuevo concepto de tratamiento wellness, de spa, un universo desconocido para mi hasta entonces, del que no sabia prácticamente nada. A pesar de ello, dije enseguida que sí. Aparte de la tendencia natural que uno tiene a complicarse la vida, la verdad, es que a medida que Marisa me explicaba de que iba el asunto, veía que era una muy buena idea para contrarrestar, aunque fuera un poco, la imagen estereotipada que tiene, la figura social i física del cocinero. Una imagen en las antípodas de la estética; los cocineros, siempre fueron apercibidos como tipos orondos, gruesos y sudorosos, con mejillas enrojecidas, bigote ostentoso, y semblante permanentemente enfurecido. Un claro ejemplo de esta circunstancia, se hace evidente al contemplar esas espantosas figuras, de madera o poliéster, que representan un cocinero, sujetando un menú frente a la fachada de un restaurante o pizzería, que es aun peor y más humillante.
Es cierto que hoy en día, por suerte, la cosa ha cambiado sustancialmente. El gran Arguiñago, a quien todos los cocineros debemos mucho, demostró que un cocinero, puede salir de su hábitat natural, la cocina, su guarida, y participar, o incluso ser protagonista en cualquier tipo de evento social, incluso cultural. A finales de los 70, principios de los 80, los cocineros tomaron el mando de la hostelería y convertían la cocina no sólo en un arte, mas o menos vanguardista, si no en un arte de moda. La cocina vivió una revolución, que se inició con la nouvelle cuisine en Francia, continúo luego en el País Vasco y casi inmediatamente en Cataluña. El concepto básico de todo aquel movimiento era modernizar la cocina, aligerarla, hacerla contemporánea y adecuada a las necesidades de la población. En todo ello pensaba cuando di el si definitivo a Anubis y me embarque en la creación de unos postres para su tratamiento.
La novedad que un cocinero, participe en la elaboración de un tratamiento de spa, no es tan absurda como parece. De hecho, cuando Marisa me entrego el catálogo de técnicas, productos y conceptos de Anubis, lo vi aun mas claro. El catálogo hablaba, en el mismo lenguaje que los cocineros, de la estética, de la salud, o del estética de la salud, que es la que todos buscamos hoy en día, en un lenguaje prácticamente culinario, con ingredientes culinarios: frutas dulces y cítricas, hierbas aromáticas de todo tipo, chocolate, café, té, aceites esenciales, sales, algas, arroz, etc. Sólo cambiaba la gramática, el procedimiento: el profesional de la estética actúa habitualmente de fuera hacia dentro, y el cocinero, de dentro hacia fuera.
Al fin y al cabo, somos lo que comemos. Y si hace unos años, el arte de la gastronomía, el gourmet, la buena mesa, el placer de la comida y la bebida estaba en las antípodas de la teoría de la vida saludable, solo entendida a través de regímenes restrictivos, de austeridad y privación; hoy en día, ha quedado claro y establecido, que el camino para llegar a la salud, y a la belleza natural que esta conlleva, no debe ser nunca un camino de dolor y sufrimiento; y aunque esta claro, que hay que adoptar formas de vida y hábitos saludables, también es evidente que hay que alcanzar esta loable meta a través del placer emocional, de la calidad de vida, del arte de vivir en mayúsculas, y en eso, en el Empordà, somos maestros, como es bien sabido, no nos gana nadie.