Foto de Jordi Dalmau Novias |
Junio, al igual que septiembre, octubre, abril y mayo, son meses de hacer muchas bodas. Este último sábado hicimos la última. Sacamos adelante los aperitivos para más de doscientos, con sus centenares de vasitos, platitos, brochetas, cucuruchos y demás parafernalias mas propias de un bazar chino, que de un restaurante, por esas cosas de la moda. Luchamos como jabatos por mantener el tipo con el primer plato, sin perder el ritmo ni falsear la coreografía, y logremos mantener en pie todas las cabezas de bogavante, como auténticos trofeos de caza mayor; a continuación, conseguimos pasar la carne bien caliente, al punto de cocción, con las guarniciones en su sitio y la salsa de trufas brillante y sedosa como un vestido caro. El postre se sirvió casi solo, como en un carrusel en que los camareros, giraban a nuestro alrededor como autómatas mecánicos, con la gracia de las bailarinas de las cajas de música, y la candencia de un ballet. Cuando servimos el pastel, con la marcha nupcial sonando en la sala como en la entrada de Cleopatra frente a Marco Antonio, los invitados estaban ya fuera de si, blandiendo servilletas al aire en agitado jubilo. La novia, con su gran vestido blanco iluminándolo todo, como la pantalla de una gran y lujosa lámpara encendida, y el novio enrojecido por el calor y la emoción, nos daba las gracias durante la disco.
Fiesta de Novi@s de Jordi Dalmau Novias |
A muchos colegas no les gustan las bodas. A mi si, son una gran batalla entre cocineros, camareros e invitados, mucho ruido, muchos nervios, muchas carreras, y al final, casi siempre, la fiesta de los sentimientos, de las emociones, supera a la fiesta de la comida y la bebida; la gastronomía, esta si, si no provoca emociones, desde luego, las sustenta y las enaltece.
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