La floración de los
almendros adorna con sus blancos rosados los perfiles del paisaje pre
primaveral. En los campos siempre húmedos de final del invierno, entre los
verdes de la hierba rasa, brotan despreocupadamente flores blancas y amarillas,
como las mimosas, que exuberantes, alternan con los mismos almendros en los márgenes de
caminos y carreteras. Tan solo la flor del romero rompe esta dualidad de
colores con su violeta iridiscente. Un
color que refleja bajo el Sol que mas reluce, como atrapándolo en sus pétalos, y
que abarca todos los matices de la gama, lilas, malvas e índigos. Una flor delicada, la del romero, que
contrasta con la rusticidad de la planta de la que brota. Un flor aromática, y gastronomicamente deliciosa.
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