En
noviembre, con crisis o sin crisis, nos acercamos a la Navidad. De hecho hace
ya cerca de un mes que muchos ayuntamientos ya han iniciado la instalación de
la parafernalia luminosa que cubre como
una telaraña multicolor calles y plazas. Es la señal. Hay que poner en marcha las megas estructuras
comerciales que convertirán el próximo mes de diciembre en un agosto invernal, donde las luces de los neones sustituirán el
calor del Sol, y los dorados brillantes
de los escaparates, disfrazaran de
fiesta las calles.
En la cocina
profesional hay que planificar, si es que no se ha hecho ya, los menús
navideños, y el fin de año. Como en la cocina domestica, familiar, hay dos
formas de enfrentarse a ello, la primera es seguir las pautas indicadas por la
tradición, el recetario del calendario gastronómico, y diseñar estos
importantes menús con aquellos platos entrañables que en su concepción, están
pensados para satisfacer todos aquellos apetitos que se convocan alrededor de
la mesa bien puesta de Navidad: los estrictamente físicos, gustativos, y aquellos otros apetitos que produce el
hambre emocional, la añoranza de tiempos pasados, la melancolía, el recuerdo de
aquellos que no están, y por supuesto, la gran felicidad de compartir mantel, con los que si están.
Las grandes ollas, los asados ostentosos,
evocan una cocina de gran familia, de fiesta, la fiesta de los
sentimientos. La otra forma de plantear
los menús navideños, es dando paso a un
recetario de corte mas creativo, dejando a un lado el dictado de la costumbre y
plantear un propuesta compuesta de platos mas sofisticados – en su concepción,
no necesariamente en su ejecución – que estarían mas cerca de la cocina profesional que de la
domestica. En todo caso, aunque este
tipo de recetario no invoque los mismos valores sentimentales de la entrañable
cocina tradicional, aquella que nos
recuerda quienes somos, de donde venimos, en Navidad, mas que en ningún momento del año, el regreso
al hogar, mas allá de los tópicos, será una hecho comúnmente constatable, y la
cocina, como centro mismo del hogar, el
lugar mágico en donde todo confluirá.
Falta
poco mas de un mes.
Las
señales están ahí, sobre nuestras cabezas.
Hay
que prepararlo todo.
Todo
es magia.